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TITULO ORIGINAL:
Where are my children?

AÑO:
16 de Abril de 1916

PAIS:
Estados Unidos

DURACION:
62 minutos

IDIOMA:
Subtítulos en Inglés

DIRECCION:
Phillips Smalley, Lois Weber

PRODUCCION:
Phillips Smalley, Lois Weber

GUION:
Lucy Payton, Franklin Hall, Lois Weber, Phillips Smalley

REPARTO:
Tyrone Power, Sr., A.D. Blake, Marjorie Blynn, Juan de la Cruz

CINEMATOGRAFIA:
Stephen S. Norton, Allen G. Siegler

DISTRIBUIODRA:
Universal Film Manufacturing Company

GENERO:
Cine mudo. Provida. Drama.


SINOPSIS:
La historia del cine épico de acción y aventuras de los años cuarenta y cincuenta no se entiende sin la figura de Tyrone Power (1914-1958): El cisne negro, La última flecha, Cuna de héroes... aunque la lista de sus éxitos es interminable y abarca todo tipo de papeles (Testigo de cargo dos años antes de morir, por ejemplo).

Uno de los grandes galanes de la historia del cine: Tyrone Power hijo.
El mítico padre de la cantante Romina Power (esposa de Al Bano) fue el más grande representante de una familia de cinco generaciones de actores, y su mismo padre, Tyrone Power Sr (1869-1931), uno de los grandes del cine mudo, casi siempre en papeles malvados.

No así en ¿Dónde están mis hijos?, que protagonizó en 1916 a las órdenes de Lois Weber, la primera mujer que dirigió películas de cierta entidad. Y esta pequeña joya la tiene, con una historia plena de dramatismo

Se trata, además, de un durísimo alegato contra el aborto tras un arranque que parece serlo a favor del control de la natalidad, en una época en la que estaban de moda la eugenesia y la creencia en que la criminalidad está determinada por la enfermedad y la pobreza.

Tyrone Power padre, un "malo" clásico que en esta película resulta ser el único honesto.

El protagonista, el fiscal Richard Walton (Tyrone Power Sr), ejerce la acusación contra un hombre procesado por indecencia pública por propagar el control de la natalidad: "Que sólo nazcan los niños que son queridos. Paremos la matanza de los no nacidos y salvemos la vida de las madres que no quieren serlo", defiende el escritor.

Hoy sabemos bien hasta qué punto el control de la natalidad y el aborto son dos aspectos complementarios de la cultura de la muerte (y no uno prevención del otro), pero en 1916 y en el contexto de un país como Estados Unidos, la película los separa: una vez concluido ese juicio en los primeros minutos, el resto de la película es concluyente contra la eliminación de los inocentes.

Síntesis argumental como guía para ver la película (abajo)
El fiscal Walton es un hombre a quien le encantan los niños y sufre porque su mujer (interpretada por Helen Riaume) y él no los tienen. Se embelesa con el primer hijo de su hermana, que acude a visitarle, y con los tres retoños de su vecino, que declara aspirar a la media docena.

Richard no lo sabe, pero ni él ni su esposa son estériles. Lo que pasa es que la señora Walton aborrece los hijos y ha abortado tres veces. No por razones económicas o eugenésicas -pues se los presenta como un matrimonio pudiente y distinguido-, sino por frivolidad. Ella y su grupo de amigas están siempre pensando en la siguiente fiesta, y saben que un embarazo es el mayor estorbo para el tipo de diversión que les gusta.

Lo peor es que no se conforma con abortar ella. Es quien facilita a sus amigas la dirección de la consulta del médico que, "una vez decididas a evitar la maternidad", les resuelve el problema. La vemos así acompañar a otra madre a la consulta del doctor Herman Malfit, siempre atento y untuoso con la paciente antes de cometer el crimen.

El drama comienza cuando el hermano de la señora Walton conoce a la hija de su ama de llaves. Aprovechándose de la inocencia de la joven, la seduce y le hace un hijo. Cuando Lilian lo descubre y acude a él, el señorito se desentiende y busca eliminar el estorbo. Acude a su hermana, quien le remite a la consulta de Malfit.

Pero "esta vez el doctor hace una chapuza", afirman los títulos, sugiriendo que aborta con cuidado a las mujeres de clase alta y de cualquier manera a las de clase baja. Lilian sale casi moribunda del abortorio, y antes de fallecer le confiesa a su madre lo que ha hecho.

Se produce entonces una escena violenta en la que la madre de Lilian insulta y agrede al hermano de Helen y padre del no nacido. Cuando Richard se entera de lo sucedido, expulsa al rufián de su casa y poco después, como fiscal, procesa al doctor Malfit.

El criminal, que se ve en la cárcel, amenaza a Helen y le manda una carta diciéndole que si no convence a su marido de hacer la vista gorda, la involucrará en la causa. Findalmente es condenado a 15 años de trabajos forzados. Al conocer la sentencia, le espeta al fiscal: "Antes de sentar a otros en el banquillo debería mirar en su casa". Sorprendido ante esas palabras, Richard examina los libros de cuentas del matarife y encuentra ahí los abortos de su esposa e incluso los inducidos por ella en sus amigas.

Cuando vuelve a casa, destrozado, encuentra al grupo de amigas de fiesta y las echa de allí: "Acabo de saber por qué muchas de ustedes no tienen niños. Debería llevarlas a los tribunales por homicidio, pero al menos no consentiré que sigan en mi casa". Algunas se van llorando, otras aparentando dignidad.

Cuando se queda a solas con su mujer, la interroga con dramatismo con la frase que da título a la película: "¿Dónde están mis hijos? Yo, un servidor de la ley, ¡tendré que proteger a una asesina!". Y tras rechazar la desesperación de Helen (quien unos días antes, por amor a su marido, había decidido tener hijos), los carteles de la película describen su estado de espíritu: "Toda la noche, Richard Walton lloró por sus hijos perdidos y por la confianza perdida en quien debería haber sido su madre".

En cuanto a ésta, "ahora buscaba la bendición de los hijos que había rechazado. Pero, habiendo pervertido la naturaleza tan a menudo, se encontrará físicamente incapaz de llevar la diadema de la maternidad. A lo largo de los años tuvo que afrontar aquella pregunta: «¿Dónde están mis hijos?»". Y la película refrenda esta idea con unos minutos finales realmente terribles por el dramatismo que implicó eliminar las tres vidas humanas que había llevado en su seno. El matrimonio envejece en solitario, llorando las vidas que podrían haberles rodeado y alegrado la juventud, primero, y la senectud, después.

Pues si algo deja claro la película de Lois Weber, es que desde la concepción hay vida humana, y no hay excusas para eliminarla. Los abortos que se representan son de un mes, y a los pequeños no nacidos se les representa como ángeles que bajan desde el cielo a la tierra (una puerta se abre simbólicamente para dejarles marchar) en cuanto arranca el embarazo.