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Título:
El santo cura de Ars: Dios en un hombre

Año:
2009

Idioma:
Español

País:
España

Producción:
Nuestra Señora del Encuentro Producciones

Realizador:
Carlos F. Bellemont Pastor

Música
Hno. Francisco Javier, L.D.

GUIÓN:
Javier Navascués, Hna. Carmen Frauca L.D. y Carlos Belmont

Efectos especiales:
Hno. Florentín Escurra, L.D. y Hno. Jaime Molina

Editor de video:
Carlos Bellmont

Operador de cámara:
Carlos F. Bellmont Pastor

Ayudante de cámara:
Javier Navascués

Sonido:
Hno. Florentín Escurra L.D.

Vestuario:
Hno. Carlos Mena L.D. y Charo Pastor

Maquillaje:
Cristina García Solanas

San Juan María Bautista Vianney (1786-1859)
Fiesta: 4 de agosto

INTRODUCCIÓN

En el siglo pasado, Ars, una pequeña villa francesa fue por muchos años el hogar de la vida religiosa de todo el país. Entre el año de 1818 y el 1859, su nombre estuvo en los labios de miles de personas, y tan grande era la afluencia de peregrinos, que la compañía de trenes que servía el distrito, tuvo que abrir una oficina especial en la ciudad de Lyons, para poder lidiar con el tráfico entre esta gran ciudad y el pequeño pueblo de Ars.  ¿El causante de todo esto?, un sencillo y sin embargo incomparable sacerdote, de quien hablaremos brevemente en esta historia: San Juan Bautista Vianney.

Nació cerca de Lyon el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades extraordinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos. Murió el año 1859.

INFANCIA

San Juan Bautista Vianney nació el 8 de Mayo de 1786 y fue Bautizado el mismo día. Era el cuarto de ocho hermanos. Como muchos otros santos, nuestro santo disfrutó de la preciosa ventaja de haber nacido de padres verdaderamente cristianos.

Su padre era el dueño de una finca y su madre era nativa del pueblo de Ecully, el cual como Dardilly, el lugar donde nació el santo, estaban cerca de la ciudad de Lyons.

Sería un error contemplar a la familia Vianney como ignorantes . Sin duda alguna ambos padres y los niños pasaban días arduos en los campos y viñedos, pero la conciencia de que por varios siglos esta tierra había pertenecido a los Vianneys , inspiraba a la familia con un legítimo orgullo y disfrutaban de la estima de todos aquellos que les conocían.

La amabilidad hacia los pobres y necesitados era una virtud familiar; ningún mendigo fue nunca arrojado de sus puertas. Así fue como un día fueron privilegiados de dar hospitalidad a San Benito Labre, cuando el patrono de los mendigos pasó por el pueblo de Dardilly en uno de sus peregrinajes a Roma.

Desde muy niño sus padres lo llevaban a los campos, donde aprendió a ser pastor y, cuando era mayorcito se iba a cuidar los rebaños. El campo era su lugar preferido, las flores, los árboles, toda la naturaleza le hablaba de Dios, en quien encontraba el descanso de su corazón. 

Con frecuencia se iba bajo la sombra de un árbol grande y allí, hacía como un pequeño altar donde ponía la imagen de la Virgen Santísima, que siempre llevaba y llevaría toda su vida junto a él; y a los pies de la Madre, descargaba su corazón con la confianza de un niño pequeño.

En otras ocasiones llamaría a sus otros compañeros pastores y les compartiría las cosas del Señor que aprendía de su mamá, siendo éstas sus primeras clases de catecismo que luego, diariamente compartiría con los habitantes de Ars, siendo este uno de sus mas grandes ministerios como sacerdote. Tenía la costumbre de hacer la señal de la cruz, cada vez que sonaba el reloj.

Francia en esta época de 1790, estaba pasando una gran crisis -La Revolución Francesa- que con el pretexto de implantar "Libertad, igualdad y fraternidad" desató una masiva persecución que llevó a la guillotina a muchos hombres y mujeres, incluyendo a muchos sacerdotes y religiosas.

Los sacerdotes tenían que disfrazarse, cambiando constantemente de domicilio, para poder ministrar al pueblo de Dios, que permanecía fiel. Entre estos sacerdotes se encuentran dos que serán muy importantes en la vocación de San Juan: el Padre Balley y el Padre Groboz, quienes trabajaban ambos en Ecculy. Uno hacía de panadero y el otro de cocinero.

Es en este tiempo en el que Juan Bautista hace su Primera Comunión en Ecculy, en la casa de su mamá. Buscando no llamar la atención de las autoridades, trajeron carros de heno y los pusieron frente a las ventanas y comenzaron a descargarlos durante la ceremonia para evitar conflicto. Juan Bautista tenía 13 años, y aún siendo tan mayorcito, lágrimas corrieron por sus mejillas al recibir al Señor, y durante toda su vida hablará siempre de este día y atesoraría el rosario que su madre le regaló en esta ocasión.

ESTUDIANTE

Al subir al poder Napoleón Bonaparte, gradualmente, la Iglesia obtuvo cierta libertad.

Por corto tiempo Juan Bautista asistió a una escuela de su pueblo, pero ahora que estaba creciendo, cada vez más los campos exigían de su trabajo. Fue en estas largas horas de faena en las que su convicción de ser sacerdote creció en su mente. Se decía: "Si soy sacerdote podría ganar muchas almas para Dios", y este pensamiento lo compartía con su madre, en quien encontraba apoyo, pero su padre le dio gran lucha. Tuvieron que pasar dos años para que el padre aceptase las aspiraciones de su hijo de ser sacerdote.

El Arzobispo de Lyons, quien era tío de Napoleón, sabía que su primer deber era buscar candidatos para el sacerdocio y así cada parroquia fue instruida para que se iniciase una campaña para promover las vocaciones al sacerdocio. El Padre Balley, párroco de Ecculy, abrió en la rectoría una pequeña escuela para formar aquellos jóvenes que sintiesen la vocación. Era la oportunidad para Juan Bautista; podía ir a la escuela del Padre Balley y quedarse en la casa de su tía. Hasta su padre vio las ventajas de esta oportunidad y le dio el permiso para irse. Juan Bautista tenía 20 años.

Muchos dicen que era torpe, para no decir estúpido. Sin embargo no puede haber algo mas lejos de la realidad. Su juicio nunca estuvo errado, pero su memoria era pobre. El mismo decía : "Que no podía guardar nada en su mala cabeza".

Al ver que le era tan difícil retener especialmente la gramática del Latín, en un momento de desesperación casi se regresa a su casa, pero felizmente el Padre Balley captó el peligro en el que se hallaba su estudiante, y le pidió hiciese un peregrinaje al Santuario de San Francisco Regis, en Louvesc. El peregrinaje logró un cambio en él , lo que hizo que su progreso fuese por lo menos lo suficiente para salvarlo del sentimiento de desaliento que casi logra apartarlo de sus estudios.

DESERTOR INVOLUNTARIO

El apetito de poder de Napoleón era insaciable. Se había lanzado a la conquista de Europa, lo que provocó que muchos muriesen en su ejército. La falta de soldados lo llevó a reclutar más aun y en el 1806 la clase de Juan Bautista fue llamada a enlistarse. Pasaron dos años, pero en el otoño de 1809, Juan Bautista, a pesar de estar exento por ser seminarista, fue llamado para el ejército. Parece que el nombre de nuestro santo no estaba escrito en las listas oficiales de los estudiantes de la Iglesia que las diócesis proveían a las autoridades. El joven Vianney fue mandado a los regimientos de España. Sus padres trataron de encontrar un substituto y por la suma de 3,000 francos un joven se voluntarizó para ir en su lugar pero se arrepintió al último minuto.

El 26 de Octubre Juan Bautista entró en las barracas de Lyons solo para enfermarse. De aquí lo enviaron al hospital de Roanne donde la enfermera encargada lo ayudó a volver a tener el aspecto de buena salud. Enero 6, 1810, Juan Bautista dejó el hospital, para encontrarse con la noticia de que su compañía se había marchado hacía mucho tiempo. Solo quedaba el tratar de alcanzarles.

El invierno era recio y una fiebre altísima lo atacó lo que provocó que muy pronto no pudiese seguir avanzando. Entrando, en un cobertizo que le dio cobijo, se sentó sobre su bolsa y comenzó a rezar el Rosario. Dijo tiempo después que "Quizás nunca lo recé con tanta confianza". De pronto un extraño se le presentó frente a él y le preguntó: "¿qué estás haciendo aquí?". Juan Bautista le contó lo que le había pasado y desde ese momento el extraño cargó su pesada bolsa y le dijo que le siguiese. Llegaron a la casa de un labrador y allí estuvo por varios días hasta que se le pasó la fiebre. Mientras estaba en cama por primera vez pasó por su mente la realidad de que sin haber sido culpa suya, el era ahora un desertor.

Conocía al Mayor Paul Fayot, quién se dedicaba a esconder desertores y acudió a el, pero no tenía lugar y le recomendó quedarse en la casa de su prima Caludine Fayot, una viuda con cuatro niños. Desde ese momento Vianney adoptó el nombre de Jerome Vincent. Bajo ese nombre llegó hasta abrir una escuela para los niños de la villa.

En el 1810 un decreto imperial concedió amnistía a todos los desertores de los años 1806 a 1810. Juan Bautista estaba cubierto por este decreto así que era libre de regresar a casa y terminar sus estudios. La Divina Providencia y la asistencia de la Virgen lo habían salvado.

Su madre murió poco después de esta feliz reunión. Ahora tenía 24 años y el tiempo apremiaba. El 28 de Mayo de 1811 recibió la tonsura. El Padre Balley, viendo esencial que fuese a tomar estudios regulares lo mandó al Seminario Menor de Verrieres. Aquí el joven Vianney sufrió y tuvo gran faena, pero nunca brilló como un filósofo.

DIFICULTAD CON LOS ESTUDIOS

En Octubre 1813, entró en el Seminario Mayor de Lyons. Su inadecuado conocimiento del latín le hizo imposible captar lo que los profesores decían o responder a las preguntas que le eran hechas. Al final de su primer término le pidieron que se marchara, y su dolor y desaliento eran inmensos. Por algún tiempo pensó en irse a una de tantas congregaciones de hermanos religiosos; sin embargo una vez más el Padre Balley vino en su rescate y sus estudios le fueron dados en privado en Ecculy. Pero no pasó el examen previo a la ordenación. Un examen privado en la rectoría de Ecculy probó ser más satisfactorio y fue tomado como suficiente, siendo juzgadas justamente sus cualidades morales que sobrepasaban cualquier falta académica.

En Agosto 13, 1815, Juan Bautista Vianney fue elevado al sacerdocio, a esa inefable dignidad de la que tan frecuentemente hablaba diciendo: "El Sacerdote solo será entendido en el cielo"; tenía 29 años de edad.

Su primera Misa la dijo en la capilla de Seminario en Grenoble.

En su regreso a Ecculy la copa de felicidad rebosó cuando se enteró que sería ayudante de su santo amigo y maestro, el Padre Balley. Pero las autoridades diocesanas determinaron que por un tiempo, el que luego pasaría gran parte de su vida en un confesionario, no debía tener las facultades para confesar. Mas tarde, el Padre Balley habló con las autoridades eclesiásticas y el fue su primer penitente.

Su hermana Margarita decía: "él no predicaba muy bien todavía, pero la gente acudía en masa cuando le tocaba a él predicar".

En Diciembre 17, 1817, murió en sus brazos su querido amigo el Padre Balley, a quien lloró como si hubiese sido su padre. El, que era tan desprendido de las cosas materiales, hasta el fin de su vida tendría un pequeño espejo de mano que perteneció a su maestro y padre, porque él decía que "Había reflejado su rostro". Poco tiempo de la muerte del Padre Balley, M. Vianney fue asignado al pueblo de Ars, un pequeño y aislado pueblo donde se pensó que sus limitaciones intelectuales no podrían hacer mucho daño..

PÁRROCO DE ARS: 1818-1859

El pueblecito de Ars se encuentra en una planicie ondulada, que tiene en su centro una pequeña colina donde se encuentra la Iglesia, sirviéndole como de plataforma. En el 1815 consistía de unas 40 casas. Su iglesia estaba extremadamente dañada y de igual condición estaba la rectoría, que se encontraba a un lado del valle.

En los círculos clericales, Ars era mirado como un tipo de Siberia. El distrito era torpe, la desolación espiritual era aún mayor que la material. En los primeros días de Febrero de 1818, que el Abbe Vianney recibió la notificación oficial de su traslado a Ars. El Vicario General le dijo: "No hay mucho amor en esa parroquia, tu le infundirás un poco". El 9 de febrero, M. Vianney se dirigió hacia el lugar que sería por los siguientes 41 años el lugar de su sorprendente y sin precedente actividad. Caminó 38 Km. desde Ecculy hasta Ars. Le seguían en un carretón una cama de madera, un poco de ropa y los libros que le dejó el Padre Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un comentario de su pequeñez y al mismo tiempo hizo una profecía: "La parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán hacia aquí".

Los habitantes del pueblo en su mayoría buscaban los placeres del mundo y no tenían mucha fe, aunque quedaba un pequeño núcleo de personas que permanecían fervorosas, entre las cuales estaba la señora de la casa más grande de Ars, Mlle. des Garets, quien dividía su tiempo entre la oración y las obras de caridad.

Al llegar, su primera preocupación era la de establecer contacto con su rebaño. Visitó cada casa de la parroquia. En estos primeros días todavía encontraba tiempo para caminar por las praderas, con su breviario (libro de oración) en las manos, y su sombrero de tres esquinas debajo de su brazo, ya que rara vez se lo ponía. Para ganar la amistad de los habitantes les hablaba del estado de las cosechas, del tiempo, de sus familias etc.

Sobre todo el oraba y añadía a la oración las más austeras penitencias. Hizo sus propios instrumentos de penitencia. Su cama era el piso ya que la cama que trajo de Ecculy la regaló.

Pasaría sin comer varios días. Hasta el 1827 no había nadie que hiciese las labores domésticas en la rectoría. Su plato principal eran papas y en ocasiones hervía un huevo. Hubo una ocasión en la que trató de vivir de hierba, pero luego confesó que tal dieta era imposible.

El decía: "El demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que realmente teme es a la reducción de comida, bebida y sueño".

El Santo Cura gozaba de la belleza de las praderas y los árboles, pero amaba mucho más la belleza de la Casa de Dios y las solemnidades de la Iglesia. Empezó por comprar un altar nuevo, con sus propios ahorros, y el mismo pintó el trabajo de madera con el que las paredes estaban adornadas.

Se hizo el propósito de restaurar y dar mayor esplendor a lo que el llamaba: "Los muebles de la Casa de Dios". Para el Señor compró lo mejor en encajes , telas, tejidos para hacer las vestimentas sacerdotales, que aun se pueden admirar en Ars.

TRABAJO PASTORAL

La secuela más desastrosa de la revolución era la ignorancia religiosa de las personas. El santo cura resolvió hacer todo lo posible para remediar el estado deplorable de los corazones.

Sin embargo sus sermones e instrucciones le costaban un dolor enorme: su memoria no le permitía retener, así que pasaba noches enteras en la pequeña sacristía, en la composición y memorización de sus sermones de Domingo; en muchas ocasiones trabajaba 7 horas corridas en sus sermones.

Un parroquiano le preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba tan alto y cuando oraba tan bajo, y él le dijo: "Ah, cuando predico le hablo a personas que están aparentemente sordas o dormidas, pero en oración le hablo a Dios que no es sordo" .

Los niños le daban aún más lástima que los adultos y comenzó a agruparlos en la rectoría y luego en la iglesia, tan temprano como las 6 de la mañana, porque en el campo el trabajo se inicia al amanecer. Era bien disciplinado y les demandaba que se supiesen el catecismo palabra por palabra.

En esos días la profanación del Domingo era común y los hombres pasaban la mañana trabajando en el campo y las tardes y noches en los bailes o en las tabernas. San Juan luchó en contra de estos males con gran vehemencia.

"La taberna, declaró el santo en uno de sus sermones, es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar, donde comienzan las peleas y los asesinatos se cometen. En cuanto a los dueños de las tabernas, el demonio no les molesta tanto, sino que los desprecia y les escupe".

Tan grande fue la influencia del Cura de Ars, que llegó una época donde toda taberna de Ars tuvo que cerrar sus puertas por la falta de personas. En tiempos subsecuentes, modestos hoteles se abrieron para acomodar a los extraños, y a estos el Santo Cura no se opuso.

Con mucho más ahínco se propuso eliminar la costumbre de los bailes como distracción, porque bien sabía que eran fuente de caer en pecado grave. Para esto, revivió la costumbre de rezar las Vísperas del Domingo. Era tan estricto en contra de esto que hasta llegaba a negar la absolución a las personas que no desistían de tal costumbre.

Por esta razón se ganó muchos enemigos, que decían grandes calumnias en su contra sin embargo él las tomaba ligeramente y no ponía su corazón en esto.

TRIUNFO

Pasaron dos años cuando llegó la noticia de que M. Vianney sería el Cura de Salles, en Beaujolais. Todo el pueblo de Ars estaba consternado con la noticia. Una señora de Ars, en una carta, habló de estrangular al Vicario General.

Para asegurar su futuro, el pueblo pidió que su villa fuese erigida en parroquia regular y que su párroco fuese el Cura de Ars. El Padre Vianney fue puesto como párroco, ya que hasta ese momento solo había sido capellán (los capellanes son mas faciles de trasladar que los párrocos).

Ese mismo año el Santo Cura de Ars inició los trabajos en la Iglesia. Se construyó una torre, y varias capillas laterales, entre ellas una dedicada a la Santísima Virgen, donde por 40 años todos los sábados diría Misa el santo cura. La Iglesia fue además enriquecida con muchas estatuas y cuadros.

Quería tener buenas escuelas en el pueblo y para comenzar abrió una escuela gratis para niñas a la que llamó "Providencia". Desde 1827 recibió como internas solo a niñas destituidas. Para ellas tenía que encontrar comida y más de una vez intervino el Señor milagrosamente, multiplicando el grano o la harina. Durante 20 años iba todos los días a cenar a esta casa.

Después de 2 años y medio, el Domingo se respetaba como el día del Señor. Todo el pueblo iba a Vísperas. El Cura de Ars amaba las ceremonias de la Iglesia. Personalmente entrenaba a sus servidores del altar. Su fiesta favorita era Corpus Christi. En este día dejaba un poco el confesionario e iba por el pueblo admirando las decoraciones; él mismo llevaba el Santísimo.

El último día de esta fiesta que celebró fue 40 días antes de su muerte y sin el saberlo el mayor del pueblo contrató una banda de música. Al primer sonido de la música se estremeció nuestro santo de alegría, y cuando todo hubo terminado no encontraba palabras suficientes para agradecer este regalo para el Señor.

Su tierno amor por la Virgen Santísima lo movió a consagrar su Parroquia a la Reina del Cielo. Sobre la entrada de la pequeña Iglesia puso una estatua de la Virgen que aún se encuentra en el mismo lugar.

Cuando el Papa Pío IX definió el Dogma de la Inmaculada Concepción, nuestro santo pidió a los habitantes del pueblo que iluminasen sus casas de noche, y las campanas de la iglesia resonaron por horas de horas. Al ver esta luminosidad desde los pueblos cercanos, pensaron que el pueblo estaba en llamas, y acudieron a apagar el supuesto fuego. Hasta el día de hoy existe un sombrero de plata cerca de la estatua de la Virgen donde están escritos los nombres de todos los parroquianos de Ars.

ATACADO POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO 

Era de esperarse que un triunfo tan grande de la religión así como la santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia del infierno. Por un periodo de 35 años el santo Cura de Ars fue asaltado y molestado, de una manera física y tangible, por el demonio.

La ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros, es la tentación. El demonio también puede asechar las almas de diversas maneras.

a) Asedio: acción extraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones horribles o por medio de ruidos.

b) La Obsesión: va más allá. Puede ser externa cuando el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo o interna cuando influencia la imaginación o la memoria.

c) Posesión: cuando el demonio toma control de todo el organismo.

El Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbíterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín de enfrente. Al principio el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar, y a la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase con él. Después de medianoche se comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de enfrente, parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados por los cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por la ventana, pero no vio nada, solo la luz de la luna. Decía: "por 15 minutos la casa retembló y mis piernas también", nunca más quiso quedarse en la casa.

Esto ocurría casi todas las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no estaba en el pueblo. Una mañana el demonio incendió su cama. El santo se disponía a revestirse para la Santa Misa cuando se oyó el grito de "fuego, fuego". El solo le dio las llaves del cuarto a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio quería parar la Santa Misa y no se lo permitió.

Lo único que dijo fue "El villano, al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula". Hasta el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera de la cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las llamas de fuego.

El demonio por espacio de horas haría ruidos como de cristal, o silbidos o ruidos de caballo y hasta gritaba debajo de la ventana del santo: "Vianney, Vianney, come papas".

El propósito de todo esto era el de no dejar dormir al Santo Cura para que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde le arrancaba muchas almas de sus garras. Pero para el 1845 estos ataques cesaron casi por completo. La constancia de nuestro santo ante estas pruebas fue recompensada por el Señor con un poder extraordinario que le concedió de expulsar demonios de las personas poseídas.

El santo sacerdote se puede decir que pasó su vida en una continua batalla con el pecado a través de su trabajo en el confesionario. El gran milagro de Ars era el confesionario.

Miles de personas acudían al pueblo de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con él.

PEREGRINACIONES A ARS

La afluencia de peregrinos se inició en el año 1827. A partir del 1828 el Santo Cura no podía irse ni siquiera por un día.

Sin embargo, no fue exento de críticas y su práctica y amor por los pobres se le atribuyó a avaricia. Algunos críticos decían que podían ver en él rasgos de hipocresía o un deseo secreto de sobresalir. Su mansedumbre y humildad terminaron por vencer sobre sus críticos.

En una ocasión cuando su competencia profesional fue puesta en duda por algunos de sus hermanos sacerdotes, el obispo de la diócesis mandó a su Vicario General para que averiguase y diese un reporte sobre el asunto. El reporte recibido por el obispo fue más que favorable. Aquello sirvió para que quedase constancia de su vida. Se puede decir que el confesionario era su morada habitual, pasaba de 11 a 12 horas en el confesionario.

El cúlmen de los peregrinajes se alcanzó en 1845, llegaban de 300 a 400 visitantes todos los días. En el último año de la vida del Santo Cura el número de peregrinos alcanzó el asombroso número de 100 a 120 mil personas.

Ningún ministerio sacerdotal es tan agotador para la carne y el espíritu como el estar sentado en el confesionario.

Solo Dios sabe los milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, que hasta hoy se mantiene en pie, en el mismo lugar dónde el lo puso, en la capilla de Santa Catalina, o en la sacristía donde usualmente escuchaba las confesiones. En su manera de lidiar con las almas era infinitamente gentil y al mismo tiempo decía la verdad que el alma necesitaba escuchar para su bien. Sus exhortaciones eran breves y dirigidas al punto necesario.

El cura de Ars tenía también el don de profecía. En mayo 14 de 1854, el Obispo de Ullathorne llamó a nuestro santo y le pidió que orase por Inglaterra. El Obispo de Birmingham cuenta que el hombre de Dios dijo, con convicción extraordinaria: "Monseigneur, creo que la Iglesia en Inglaterra será restaurada a su esplendor".

También tenía una gran devoción a Santa Filomena. La llamaba "mi agente con Dios". Le construyó una capilla en su honor y también un santuario. (Vea su conección con las apariciones de La Salette>>>)

En una ocasión cayó tan enfermo, que parecía ser su final y prometió a la santa ofrecer 100 misas en su honor en su santuario. Cuando la primera Misa estaba siendo ofrecida, entró en éxtasis, durante el cual se le escuchaba murmurar: "Filomena", repetidas veces. Cuando salió de su éxtasis exclamó: "estoy sanado" , y le atribuyó su sanación a Santa Filomena. 

HUIDA DE ARS

Una tentación le persiguió casi por toda su vida en Ars, y esta era el deseo de la soledad. Con toda sinceridad, M. Vianney se sentía incapaz para su oficio en Ars. El año anterior a su muerte le dijo a un misionero: "Tú no sabes lo que es pasar del cura de almas al tribunal de Dios". En el 1851 le rogó a su obispo que lo dejase renunciar. En tres ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero siempre regresó.

CONSUMACIÓN

Pasaron 41 años desde el primer día en el que el Cura llegó a Ars, fueron años de actividad indescriptible. Después de 1858 decía con frecuencia: "Ya nos vamos; debemos morir; y muy pronto". No cabe duda de que él sabía que su fin estaba cerca. En Julio de 1859, una señora muy devota de San Etienne vino para confesarse. Cuando se despedía de él le dijo: "Nos veremos de nuevo en tres semanas", ambos murieron en ese tiempo, y se encontraron en un mundo mucho más feliz.

El mes de Julio de 1859 fue extremadamente caluroso, los peregrinos se desmayaban en grandes cantidades, pero el santo permanecía en el confesionario. El viernes 29 de Julio, fue el último en el que apareció en la iglesia. Esa mañana entró en el confesionario como a la 1:00 a.m. Pero después de haberse desmayado en varias ocasiones, le pidieron que descansara. A la 11:00 dio catecismo por última vez. Esa noche con mucha dificultad pudo arrastrarse hasta su cuarto. Uno de los Hermanos Cristianos le ayudó a subirse a su cama, pero el santo le pidió que le dejase solo.

Una hora después de medianoche, aproximadamente, pidió ayuda: "Es mi pobre fin, llamen a mi confesor". La enfermedad progresó rápidamente. En la tarde del 2 de Agosto recibió los últimos sacramentos: "Qué bueno es Dios; cuando ya nosotros no podemos ir más hacia El, El viene a nosotros" .

Veinte sacerdotes con velas encendidas escoltaron al Santísimo Sacramento, pero el calor era tan sofocante que tuvieron que apagarlas. Con lágrimas en los ojos dijo: "Oh, que triste es recibir la Comunión por última vez".

En la noche del 3 de Agosto llegó su obispo. El santo lo reconoció pero no pudo decir palabra alguna. Hacia la medianoche el fin era inminente. A las 2:00 a.m. del Sábado 4 de Agosto de 1859, cuando una tormenta azotaba el pueblo de Ars, el Obispo M.Monnin leía estas palabras: "Que los santos ángeles de Dios vengan a su encuentro y lo conduzcan a la Jerusalén celestial", el Cura de Ars encomendó su alma a Dios.

Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars

El 8 de Enero de 1905, el Papa Pío X, Beatificó al Cura de Ars; y en la fiesta de Pentecostés Mayo 31 de 1925, en presencia de una gran multitud, el Papa Pío XI pronunció la solemne sentencia: "Nosotros declaramos a Juan María Bautista Vianney que sea santo y sea inscrito en el catálogo de los santos".

ORACIONES

" TE AMO,  OH MI DIOS "
Autor: San Juan María Vianney
  
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
Final aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.


LA  ORACIÓN

SEGÚN EL SANTO CURA DE ARS

Hermosa obligación del hombre:
orar y amar

Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. 

En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo.

En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.

Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y creedme, que el tiempo se me hacía corto.

Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en eI agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no esta dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con del mismo modo que hablamos entre nosotros.

Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo,
 cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos palabras, para deshacerme de ti..." Muchas veces pienso que cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.

Juan Maria Vianney
(Cura de Ars)

Novena a San Juan María Bautista Vianney
El Cura de Ars

DÍA PRIMERO

Fe ardiente. San Juan María Bautista Vianney tu naciste de una madre profundamente religiosa; de ella recibiste la santa Fe, aprendiendo a amar a Dios y a rezar. Ya a temprana edad se te pudo ver arrodillado delante de una estatua de María. Tu alma fue arrebatada de forma sobrenatural hacia las cosas más elevadas. A pesar del alto coste respondiste a tu vocación.

Contra muchos obstáculos y contradicciones tuviste que luchar y sufrir para llegar a ser el perfecto cura que fuiste. Pero tu espíritu de profunda fe te sostuvo en todas estas batallas. Oh gran santo, tu conoces el deseo de mi alma. Quisiera servir a Dios mejor. De El he recibido muchas buenas cosas. Por esto, obtén para mi más valor y especialmente una profunda fe.

Muchos de mis pensamientos, palabras y acciones son inútiles para mi santificación y mi salvación porque ese espíritu sobrenatural no impulsa mi vida. Ayúdame a ser mejor en el futuro.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA SEGUNDO

Completa confianza en Dios. San Juan María Bautista Vianney, ¡cuanta confianza tenía la gente en tus oraciones! No podías abandonar tu vieja rectoría o tu humilde iglesia sin verte rodeado por almas implorantes, que recurrían a ti al igual que hicieron al mismo Jesús durante su vida terrenal. Y tu, oh buen santo, les dabas esperanza con tus palabras que estaban llenas de amor para Dios.

Tu, que siempre confiabas enteramente en el corazón de Dios, obtén para mi una confianza filial y profunda en su Providencia. Así como la esperanza de bienes divinos llena mi corazón, dame valor y ayúdame a obedecer siempre los mandamientos de Dios.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA TERCERO

Amor verdadero al prójimo. San Juan María Bautista Vianney, por causa de tu amor a Dios mostraste una gran caridad hacia tu prójimo. No podías predicar el amor de Dios sin derramar lágrimas de amor. Durante tus últimos años parecía como si no pudieras hablar acerca de otra cosa o vivir para cualquier otra cosa. Así te sacrificaste a ti mismo por tu prójimo mediante el consuelo, la absolución y santificándoles hasta el límite de tus fuerzas.

Tu caridad me inspira a un mayor amor a Dios, un amor que se muestra más por los hechos que por las palabras. Ayúdame a amar a mi prójimo con igual generosidad a como Cristo los ama.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA CUARTO

Horror al pecado. San Juan María Bautista Vianney, tu fuiste tan inflexible contra el pecado, y sin embargo, tan amable y dispuesto a acoger al pecador. Acudo a ti hoy como si aún estuvieras vivo, como si estuviera arrodillado ante tus pies y pudieras oírme. Inclínate hacia mí, escucha al confidente arrepentido por las debilidades y acciones miserables.

Cura del Señor, infatigable confesor, obtén para mi el horror al pecado. Tu quisiste sobre todo que evitáramos la ocasión de pecar. Quiero tomar tu consejo y hacer la resolución de romper con los malos hábitos y evitar las ocasiones peligrosas de pecar. Ayúdame hoy a examinar mi conciencia.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA QUINTO

Confesor de almas. Oh Santo Cura de Ars, tu sabías cuan importante era una buena confesión para la vida cristiana. Para procurar felices frutos a millones de almas era por lo que tu aceptabas estar en un incómodo confesionario, que era como una prisión, hasta 15 y 16 horas en ciertos días.

Voy a intentar a desarrollar el hábito de la confesión frecuente, a prepararme adecuadamente cada vez y a tener siempre arrepentimiento de mis pecados, para que así la gracia de la final perseverancia y también la santificación de mi alma sean aseguradas. Pide por mi este gracia.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA SEXTO

Presencia real. Oh Santo Cura de Ars, cuyo único consuelo en este mundo era la presencia real de Jesús en el tabernáculo, ¿acaso no era tu gran felicidad distribuir la comunión a los peregrinos que te visitaban?. Tu negabas la comunión a las almas que se negaban a reformarse, pero a las almas de buena voluntad les abrías de par en par las puertas de la fiesta de la eucaristía.

Tu, que cada día en la Santa Misa recibías la Santa Comunión con gran amor, dame algo de tu fervor. Libre de pecado mortal, obtén para mi un sincero deseo de beneficiarme al recibir la Santa Comunión.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA SÉPTIMO

Ahuyentador del demonio. Oh Santo Cura de Ars, los infames ataques del demonio que tuviste que sufrir y las pruebas que te desalentaban hasta la fatiga no te hicieron abandonar la sublime tarea de convertir las almas. Durante muchos años el demonio vino a interrumpir tu corto descanso pero tu ganaste gracias a la mortificación y las oraciones.

Poderoso protector, tu conoces bien el deseo del tentador por dañar mi alma bautizada y creyente. El quisiera verme pecar rechazando los Santos Sacramentos y la vida de virtud. Buen santo de Ars ahuyenta de mi toda traza del enemigo.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA OCTAVO

Pureza exquisita. Oh Santo Cura de Ars, de ti un testigo de tu vida dijo esta frase: "Le hubiéramos tomado por un ángel en un cuerpo mortal".

Tu edificaste a tantos otros: la modestia y la exquisita pureza radiaban de tu cuerpo. Con ese encanto y con ese entusiasmo predicaste a otros acerca de esas bellas virtudes que tu decías se asemejaban al perfume de un viñedo en flor.

Por favor yo te imploro que unas tus súplicas a las de María Inmaculada y Santa Filomena para que siempre guarde, tal y como Dios me pide, la pureza de mi corazón. Tu, que has dirigido a tantas almas hacia las alturas de la virtud, defiéndeme en las tentaciones y obtén para mí la fortaleza para conquistarlas.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


DÍA NOVENO

Deseo de cielo. Oh Santo Cura de Ars, tus restos preciosos están guardados en un magnífico relicario, donación de los sacerdotes de Francia. Pero esta gloria terrena es sólo una pálida imagen de la gloria indescriptible que estas disfrutando con Dios. Durante el tiempo que permaneciste en la tierra solías repetir en tus horas de abatimiento: "ya descansaré en la otra vida". Ahora ya esta hecho: ya estás en la paz y felicidad eternas.

Deseo seguirte algún día. Pero hasta entonces te oigo diciéndome: "debes trabajar y luchar mientras estés en el mundo". Enséñame entonces a trabajar por la salvación de mi alma, a difundir la buena nueva, el buen ejemplo y a hacer el bien a los que me rodean y así poder recibir la felicidad de los elegidos contigo.

Santo Cura de Ars, tengo confianza en tu intercesión. Ruega por mi durante esta novena y especialmente por… (mencione aquí en silencio sus especiales intenciones). Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

¡Oh San Juan Vianney, patrón de los curas, 
ruega por nosotros y por todos los curas!


Título original
Francesco

Año
1989

Duración
105 min.

País
 Italia

Director
Liliana Cavani

Guión
Liliana Cavani & Roberta Mazzoni (Novela: Hermann Hesse)

Música
Vangelis

Fotografía
Ennio Guarnieri, Giuseppe Lanci

Reparto
Mickey Rourke, Helena Bonham Carter, Mario Adorf, Andréa Ferreol, Peter Berling, Paolo Bonacelli, Nicoletta Boris, Fabio Bussotti

Productora
Coproducción Italia-Alemania; Istituto Luce

Género
Drama | Biográfico. Siglo XIII. Edad Media

Sinopsis
En 1226, después de la muerte de San Francisco de Asís, sus amigos más cercanos, entre ellos Santa Clara, hablan de la vida del santo. Francisco nace en el seno de una familia de ricos comerciantes y vive rodeado de comodidades. Pero un día se encuentra cara a cara con el sufrimiento humano, y su existencia cambia radicalmente: la existencia de Dios se le hizo patente a través de los pobres, y desde entonces decidió vivir como Jesucristo, renunciando a todas sus riquezas y viviendo en comunión con la naturaleza.

Premios
1989: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1988: Premios David di Donatello: Mejor diseño de producción. 2 nominaciones


3:47 p.m. , , ,


Título original
La spada del Cid

Año
1962

Duración
86 min.

País
Italia

Director
Miguel Iglesias

Guión
Luis G. de Blain, Noel Clarasó, Miguel Iglesias, Antonio Navarro Linares, Víctor M. Tarruella (Argumento: Ferdinando Baldi, Alfredo Gianetti)

Música
Carlo Savina

Fotografía
Francisco Marín

Reparto
Roland Carey, Sandro Moretti, Chantal Deberg, Eliana Grimaldi, José Luis Pellicena, Daniela Bianchi, Fernando Cebrián, Félix de Pomés, Daniel Martín, Andrés Mejuto

Productora
Coproducción Italia-España; Alexandra Produzioni Cinematografiche / Cintera / Víctor M. Tarruella, P.C.

Género
Drama | Histórico

Sinopsis
La obra recrea los últimos años de vida de Rodrigo Díaz de Vivar y sobre todo las vejaciones a las que fueron sometidas sus hijas, Elvira y Sol, por sus respectivos maridos, los Condes de Carrión.



Título original
Un Dios prohibido

Año
2013

Duración
133 min.

País
España

Director
Pablo Moreno

Guion
Juanjo Díaz Polo

Música
Sergio Cardoso

Fotografía
Rubén D. Ortega

Reparto
Elena Furiase,  Jacobo Muñoz,  Iñigo Etayo,  Jerónimo Salas,  Alex Larumbe, Luis Seguí,  Gabriel González,  Guido Balzaretti,  Ainhoa Aldanondo

Productora
Contracorriente Producciones

Género
Drama | Histórico. Guerra Civil Española. Religión. Años 30

Web oficial
http://www.undiosprohibido.com/ficha-resumen/

Sinopsis
Verano de 1936, inicios de la Guerra Civil española. La película narra el martirio de 51 miembros de la Comunidad Claretiana de Barbastro (Huesca), deteniéndose en el aspecto humano y religioso de las personas que participaron en este hecho histórico y resaltando la dimensión universal del triunfo del amor sobre la muerte.


La historia

El martirio de los 51 Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María de Barbastro aconteció durante los días 2, 12, 13, 15 y 18 del mes de agosto de 1936. La comunidad claretiana de Barbastro (Huesca-España) estaba formada por 60 misioneros: 9 Padres, 12 Hermanos y 39 Estudiantes a punto de recibir la ordenación.

El lunes 20 de julio de 1936 la casa fue asaltada y registrada, infructuosamente, en busca de armas. Fueron arrestados todos sus miembros. El superior, P. Felipe de Jesús Munárriz, el formador de los Estudiantes, P. Juan Díaz, y el administrador, P. Leoncio Pérez, fueron llevados directamente a la cárcel municipal.

Los ancianos y enfermos fueron trasladados al Asilo o al Hospital. Los demás fueron conducidos al colegio de los Escolapios, en cuyo salón de actos quedaron encerrados hasta el día de su ejecución.

A lo largo de su breve estancia en la cárcel, los tres responsables de la comunidad claretiana fueron verdaderamente ejemplares. Sin ninguna clase de juicio, simplemente por su condición religiosa, fueron fusilados a la entrada del cementerio al alba del día 2 de agosto.

Los que permanecieron encarcelados en el salón de los Escolapios, desde el primer momento se prepararon para morir.

Durante los primeros días de cautiverio pudieron recibir la comunión clandestinamente. La Eucaristía fue, en aquellos trágicos momentos, el centro de su vida y el origen de su fortaleza.

Con la oración, el rezo del Oficio y del rosario fueron preparándose interiormente para la muerte. Hubieron de soportar muchas incomodidades físicas y morales.

Fueron atormentados con simulacros de fusilamiento. Les introdujeron prostitutas en el salón para provocarles. Varios recibieron distintas ofertas de liberación. Pero ni uno solo claudicó.

El reconocimiento de su heroicidad ante el martirio fue reconocido por todos desde el primer momento. Herederos del espíritu apostólico de san Antonio María Claret, se mantuvieron atentos a los desafíos misioneros de ese su tiempo: antes de ser encarcelados se habían mostrado sensibles a los más desfavorecidos de su época, los obreros, y se estaban preparando con ilusión y mirada universal para un ya próximo ministerio.

Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992.

Carta de despedida a la Congregación

«Anteayer, día 11, murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, 6 de nuestros hermanos; hoy, 13, han alcanzado la palma de la victoria 20, y mañana, 14, esperamos morir los 21 restantes. ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están portando tus hijos, Congregación querida!»

«Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto; cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia y, cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada; cuando van en el camión hacia el cementerios, los oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Responde el populacho, rabioso, ¡Muera! ¡Muera!, pero nada los intimida.»

«¡Son tus hijos, Congregación querida, éstos que entre pistolas y fusiles se atreven a gritar serenos cuando van hacia el cementerio ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica y a ti, madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que inicie yo los ¡vivas! y que ellos ya responderán.»

«Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y de muerte.»

«Morimos todos contentos, sin que nadie sienta desmayos ni pesares; morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolorosas angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo.»

«Los Mártires de mañana, 14, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción; y ¡qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y morimos precisamente en el mismo día en que nos la impusieron.»

«Los Mártires de Barbastro, y, en nombre de todos, el último y más indigno, Faustino Pérez, C.M.F.»

«¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!»

Los nombres de los beatos mártires

Los Beatos Mártires Claretianos de Barbastro son los 51 misioneros claretianos martirizados y asesinados por milicianos anarquistas en el inicio de la Guerra Civil Española en la localidad oscense de Barbastro, España, y cuya festividad se celebra el día 13 de agosto cada año.

En la diócesis de Barbastro durante persecución religiosa durante la Guerra Civil Española, fue asesinado el 88% del clero, incluido su obispo.

Prisión

Estuvieron presos en el colegio de las Escuelas Pías de Barbastro junto con los benedictinos, los propios escolapios, Ceferino Giménez Malla otros laicos y el obispo de Barbastro, Florentino Asensio Barroso, que corrieron la misma suerte que ellos, de donde se fueron realizando a lo largo de los días diversas sacas para su ejecución.

Relación de Fallecidos: Asesinados el 2 de agosto de 1936

Beato Felipe de Jesús Munárriz Azcona, sacerdote, superior de la comunidad, de 61 años
Beato Juan Díaz Nosti, sacerdote, director espiritual, 56 años
Beato Leoncio Pérez Ramos, sacerdote, ecónomo, 60

Asesinados el 12 de agosto de 1936

Beato Sebastián Calvo Martínez, sacerdote, maestro 33
Beato Gregorio Chirivás Lacambra, hermano misionero 56
Beato Nicasio Sierra Ucar, sacerdote, maestro 45
Beato Pedro Cunill Padrós, sacerdote, maestro 33
Beato Venceslao Clarís Vilaregut, estudiante de teología 29
Beato José Pavón Bueno, sacerdote, maestro 27

Asesinados el 13 de agosto de 1936

Beato Secundino María Ortega García, sacerdote, profesor de teología 24
Beato Javier Luis Bandrés Jiménez, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato José Brengaret Pujol, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Manuel Buil Lalueza, clérigo profeso, estudiante de teología22
Beato Antonino Calvo Calvo, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Tomás Capdevila Miró, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato Esteban Casadevall Puig, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Eusebio Codina Millá, clérigo profeso, estudiante de teología 21
Beato Juan Codinachs Tuneu, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato Antonio María Dalmau Rosich, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Juan Echarre Vique, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Pedro García Bernal, clérigo profeso, estudiante de teología 25
Beato Hilario María Llorente Martín, clérigo profeso, estudiante de teología 25
Beato Alfonso Miquel Garriga, hermano misionero 22
Beato Raimundo Novich Rabionet, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato José María Ormo Seró, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato Salvador Pigem Serra, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Teodoro Ruiz de Larrinaga García, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Juan Sánchez Munárriz, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Manuel Torras Sais, clérigo profeso, estudiante de teología 21

Asesinados el 15 de agosto de 1936

Beato Luis Masferrer Vila, sacerdote, maestro, 24
Beato José María Amorós Hernández, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato José María Badia Mateu, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Juan Baixeras Berenguer, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato José María Blas Juan, clérigo profeso, estudiante de teología 24
Beato Rafael Briega Morales, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Francisco Castán Messeguer, hermano misionero 25
Beato Luis Escalé Binefa, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato José Figuero Beltrán, clérigo profeso, estudiante de teología 25
Beato Raimundo Illa Salvia, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato Luis Lladó Teixidó, clérigo profeso, estudiante de teología 24
Beato Manuel Martínez Jarauta, religioso profeso, estudiante de teología 23
Beato Miguel Masip González, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Faustino Pérez García, clérigo profeso, estudiante de teología 25
Beato Sebastián Riera Coromina, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato Eduardo Ripoll Diego, clérigo profeso, estudiante de teología 24
Beato José María Ros Florerisa, clérigo profeso, estudiante de teología 22
Beato Francisco María Roura Farró, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Alfonso Sorribes Teixidó, clérigo profeso, estudiante de teología 23
Beato Jesús Agustín Viela Ezcurdia, clérigo profeso, estudiante de teología 22

Asesinados el 18 de agosto de 1936

Beato Jacobo Falgarona Vilanova, clérigo profeso, estudiante de teología 24
Beato Atanasio Vidaurreta Labra, clérigo profeso, estudiante de teología 25

El mártir obispo de Barbastro: Beato Florentino Asensio Barroso

El beato Florentino Asensio Barroso (nacido en Villasexmir, 16 de octubre de 1877 - fallecido en Barbastro, 9 de agosto de 1936) fue un prelado español, consagrado obispo en 1936. Se desempeñó de forma efectiva como administrador apostólico de la diócesis de Barbastro durante unos pocos meses antes de ser torturado y ejecutado. Fue uno de los trece obispos asesinados durante la Guerra Civil Española, víctima de la persecución religiosa. Fue proclamado mártir por la Iglesia católica y beatificado por Juan Pablo II en 1997.

Vida: Primeros años y sacerdocio

Florentino Asensio Barroso nació el 16 de octubre de 1877 en Villasexmir (Valladolid), por entonces perteneciente a la diócesis de Palencia. Era hijo de Jacinto Asensio González, vendedor ambulante, y de Gabina Barroso Vásquez, quien atendía una tienda del poblado. El matrimonio tuvo nueve hijos. Florentino recibió el bautismo en la parroquia de la Asunción de Villasexmir el 24 de octubre de ese año, y la confirmación por Don Juan Lozano y Torreira, obispo de Palencia, el 6 de junio de 1878, en la misma iglesia.

Ingresó muy joven en el seminario de Valladolid. En la misma ciudad accedió al sub-diaconado y al diaconado el 22 de septiembre y el 22 de diciembre de 1900, respectivamente. Fue ordenado presbítero con tan solo 23 años, el 1 de junio de 1901.​

El 2 de agosto de 1901 fue nombrado coadjutor de la parroquia de Villaverde de Medina, en la cual permaneció durante un año y medio. Luego, fue trasladado a Valladolid, donde el arzobispo José María Cos y Macho le confió el 1 de marzo de 1905 su secretaría (capellanía) particular y archivo episcopal, y el 11 de octubre de ese año la mayordomía del palacio episcopal.

Sin abandonar estas funciones continuó sus estudios y obtuvo su doctorado en Teología en la Pontificia Universidad de Valladolid el 29 de agosto de 1906. El Consejo Académico lo propuso como profesor de Metafísica, trabajo que desarrolló durante el ciclo lectivo 1909-1910.

El 30 de abril de 1910 fue elegido canónigo de la Catedral. El 4 de febrero de 1915 fue designado director ejecutivo de los fondos de la Arquidiócesis y capellanías y el 3 de julio de 1918 fue promovido a una canonjía de gracia.

Su labor se multiplicó: fue el confesor del Seminario Conciliar de Valladolid y de las Hermanas Oblatas (1920-1935), del monasterio cisterciense de Las Huelgas (1923-1935) y del Hospital de Esgueva (1930- 1935). En 1925 fue nombrado párroco de la parroquia del capítulo metropolitano de Valladolid. Desde febrero 1932 hasta abril 1935 fue director del Apostolado de la Oración.

Obispo

Interior de la Catedral de Santa María de la Asunción de Barbastro, donde el obispo Florentino Asensio Barroso desarrolló su breve ministerio episcopal.

Su celo pastoral le dio fama, y en 1935 el Nuncio Apostólico Federico Tedeschini le comunicó que el papa Pío XI lo proponía a la dignidad episcopal con sede en Barbastro (Huesca). Fue designado obispo de Euroea in Epiro (Euroeensis in Epiro) y administrador apostólico de Barbastro el 11 de noviembre de 1935 y consagrado obispo en Valladolid el 26 de enero de 1936, siendo su consagrador principal el arzobispo Remigio Gandásegui y Gorrochátegui.

Tomó posesión de la sede de Barbastro como administrador apostólico el 8 de marzo de aquel año, entrando discretamente el día 15 para evitar disturbios anticatólicos.

Como comenta Montero Moreno (1999, op.cit.), su ministerio episcopal como administrador apostólico de Barbastro (una pequeña diócesis del norte de España), no solo fue muy breve (seis meses) sino signado por la violencia extrema.

Vio caer en primer término a su vicario general y asistió al arresto de casi todos sus sacerdotes. En esa pequeña diócesis de los Pirineos había a su llegada 131 sacerdotes, de los que 113 fueron asesinados, incluyendo 50 misioneros claretianos, algunos estudiantes de teología, un monasterio entero de 19 benedictinos,​ y 9 padres escolapios que tenían una casa en Peralta de la Sal y un colegio en el mismo Barbastro.

Su arresto, tortura y muerte

Capilla de San Carlos Borromeo, en la Catedral de Santa María de la Asunción de Barbastro. Allí se veneran las reliquias incorruptas del obispo Florentino Asensio Barroso.

Con la sublevación militar fue arrestado en la residencia episcopal, y encarcelado el 22 de julio de 1936. Al atardecer del día 8 de agosto, fue trasladado a una celda solita­ria de la cárcel del Ayuntamiento, en la misma plaza. En los interrogatorios a que fue sometido fue torturado repetidamente, sufriendo la amputación de la bolsa escrotal.​

En la madrugada del 9 de agosto de 1936 le llevaron, junto con otros doce detenidos, en un "camión de la muerte" al cementerio, donde fue fusilado. Murió al tiempo que bendecía y perdonaba a sus asesinos.

Su cadáver fue arrojando a una fosa común. Al terminar la guerra civil, se efectuó un proceso de identificación de los allí enterrados. Florentino Asensio Barroso fue fácilmente iden­tificado por las iniciales que marcaban su ropa interior. Su cuerpo fue hallado incorrupto.​ Sus restos fueron exhumados y depositados en la cripta ubicada bajo el presbiterio de la Catedral de Santa María de la Asunción de Barbastro.

Beatificación

Fue declarado mártir de la Iglesia católica y la ceremonia de su beatificación fue presidida por el papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997.​ Su festividad se celebra el 9 de agosto. En ocasión de su beatificación, sus reliquias incorruptas fueron trasladadas a la capilla de San Carlos Borromeo en la misma Catedral, y depositadas en un sepulcro nuevo ubicado detrás del altar, donde actualmente se veneran.


Título original
Le dialogue des Carmélites

Año
1960

Duración
112 min.

País
 Francia

Director
Philippe Agostini, Raymond Leopold Bruckberger

Guión
Philippe Agostini, Raimond Leopold Bruckberger (Novela: Gertrud Von Le Fort. Obra: Georges Bernanos)

Música
Jean Françaix

Fotografía
André Bac (B&W)

Reparto
Jeanne Moreau, Alida Valli, Madeleine Renaud, Pascale Audret, Pierre Brasseur, Jean-Louis Barrault, Anne Doat, Georges Wilson

Productora
Coproducción Francia-Italia; Champs-Élysées Productions / Titanus

Género
Drama | Basado en hechos reales. Siglo XVIII. Revolución Francesa. Religión

Sinopsis
En plena Revolución Francesa, la joven Blanche de la Force decide protegerse en un convento y por eso ingresa en la orden Carmelita. Allí conoce a la alegre monja Sor Constance y a la madre Marie, entre otras, y es feliz junto a ellas a pesar de los conflictos externos y de las presiones de su padre para que deje el convento. Film basado en la real y trágica historia acontecida con las dieciséis monjas carmelitas del convento de Compiègne en 1794, y recogida por el escritor francés Georges Bernanos en su obra teatral homónima, que a su vez se inspiró en la pieza “La última del cadalso” de la escritora Gertrud Von Le Fort.

La obra Diálogo de carmelitas de Bernanos hizo más conocido el episodio del martirio de las dieciséis monjas carmelitas (incluyendo una novicia) del monasterio de Compiègne. Su relato es edificante por la fidelidad y serenidad con que afrontaron su martirio. Ojalá que, como decía Tertuliano, que se bautizó al ver la valentía de los primeros mártires cristianos, realmente la sangre de los mártires sea semilla de cristianos, de cristianos comprometidos con su fe y sin miedo a confesarla en público donde sea necesario.

La decapitación de estas monjas por fanáticas muestra que realmente el sueño de la razón produce monstruos, que empezaron con la revolución francesa, hija de la Ilustración que ensalzó la razón pura y condenó la religión como supersticiosa: Aplastad al infame decía Voltaire. 

La fiesta de Nuestra Señora del Carmen de 1794, celebrada en una horrible cárcel de París, tuvo augurios de sangre y de gloria para las monjas carmelitas descalzas del monasterio de Compiègne. Al día siguiente, las dieciséis hijas de Santa Teresa, novicia incluida, iban a ser conducidas a la guillotina por el crimen de ser católicas, “fanáticas” en el lenguaje revolucionario.

Hacía siglo y medio que las carmelitas descalzas de Amiens habían fundado en Compiègne, una ciudad de Oise. La fundación data de 1641, cuando hacía 37 años que había llegado a Francia para iniciar la reforma la Beata Ana de San Bartolomé con Ana de Jesús y otras cuatro monjas españolas.

Al estallar la revolución (1789), las monjas rehusaron despojarse de su hábito carmelita, y cuando los disturbios fueron aumentando, entre junio y septiembre de 1792, siguiendo una inspiración que tuvo la priora Beata Teresa de San Agustín, todas se ofrecieron al Señor en holocausto para aplacar la cólera de Dios y para que la paz divina, traída al mundo por su amado Hijo, fuese devuelta a la Iglesia y al Estado. El acto de consagración, emitido incluso por dos religiosas ancianas que al principio se habían asustado ante el solo pensamiento de la guillotina, se convirtió en ofrecimiento diario hasta el día del martirio, dos años después.

La Asamblea Nacional Constituyente había hecho público un decreto por el que se exigía que los religiosos fueran considerados como funcionarios del Estado. Deberían prestar juramento a la Constitución y sus bienes serían confiscados. Era el año 1790. Miembros del Directorio del distrito de Compiègne, cumpliendo órdenes, se presentaron el 4 de agosto de aquel año en el monasterio a hacer inventario de las posesiones de la comunidad. Las monjas tuvieron que dejar sus hábitos y abandonar su casa. Cinco días después, obedeciendo los consejos de las autoridades, firmaron el juramento de Libertad-Igualdad. Los religiosos que se negaban a firmarlo eran deportados.

Después fueron separadas. Hicieron cuatro grupos y vivían en distintos domicilios, pero continuaron practicando la oración y entregándose a la penitencia como antes.

La regularidad y el orden de su vida, que reproducía todo lo posible en tales circunstancias la vida y horario conventuales, fueron notados por los jacobinos de la ciudad. En ello encontraron motivo suficiente para denunciarlas al Comité de Salud Pública, cosa que hicieron sin pérdida de tiempo.

El régimen del terror estaba oficialmente establecido en Francia y había llegado en aquellos momentos al más alto nivel imaginable. El rey había sido ejecutado y el Tribunal Revolucionario trabajaba sin descanso enviando cientos de ciudadanos sospechosos a la muerte.

La denuncia de las carmelitas decía que, pese a la prohibición, seguían viviendo en comunidad, que celebraban reuniones sospechosas y mantenían correspondencia criminal con fanáticos de París.

Convenía presentar pruebas, y con ese objeto se efectuó un minucioso registro en los domicilios de los cuatro grupos. El Comité encontró diversos objetos que fueron considerados de gran interés y altamente comprometedores. A saber: cartas de sacerdotes en las que se trataba bien de novenas, de escapularios, bien de dirección espiritual. También se halló un retrato de Luis XVI e imágenes del Sagrado Corazón. Todo ello era suficiente para demostrar la culpabilidad de las monjas. El Comité, pues, redactó un informe en el que explicaba cómo, “considerando que las ciudadanas religiosas, burlando las leyes, vivían en comunidad”, que su correspondencia era testimonio de que tramaban en secreto el restablecimiento de la Monarquía y la desaparición de la República, las mandaba detener y encerrar en prisión.

El 22 de junio de 1794 eran recluidas en el monasterio de la Visitación, que se había convertido en cárcel. Allí esperaron la decisión final que sobre su suerte tomaría el Comité de Salud Pública asesorado por el Comité local. Entonces acordaron retractarse del juramento prestado antes, “prefiriendo mil veces la muerte mejor que ser culpables de un juramento así”. Esta resolución las llenó de serenidad. Cada día aumentaba el peligro, pero ellas se sentían más fuertes. Continuaban dedicadas a orar y, gracias a estar en prisión, podían hacerlo juntas, como cuando estaban en su convento. Ya no se veían obligadas a ocultarse y ello les procuraba un gran alivio.

Transcurridos unos días, justamente el 12 de julio, el Comité de Salud Pública dio órdenes para que fueran trasladadas a París. El cumplimiento de tales órdenes fue exigido en términos que no admitían demora. No hubo tiempo para que las hermanas tomaran su ligera colación ni cambiaran su ropa, que estaba mojada porque habían estado lavando. Las hicieron montar en dos carretas de paja y les ataron las manos a la espalda. Escoltadas por un grupo de soldados salieron para la capital. Su destino era la famosa prisión de la Conserjería, antesala de la guillotina y abarrotada de sacerdotes y laicos cristianos igualmente condenados.

Nadie ayudó a las monjas a descender de los carros al final del viaje. A pesar de sus ligaduras y de la fatiga causada por el incómodo transporte, fueron bajando solas. Una de las hermanas, sin embargo, enferma y octogenaria, Carlota de la Resurrección, impedida por las ataduras y la edad, no sabia cómo llegar al suelo. Los conductores de las carretas, impacientados, la cogieron y la arrojaron violentamente sobre el pavimento. Era una de las religiosas que dos años antes había sentido miedo ante el pensamiento de una muerte en el patíbulo y había dudado antes de ofrecerse en sacrificio. Pero en este momento era ya valiente y, levantándose maltrecha, como pudo, dijo a los que la habían maltratado:

“Créanme, no les guardo ningún rencor. Al contrario, les agradezco que no me hayan matado porque, si hubiera muerto, habría perdido la oportunidad de pasar la gloria y la dicha del martirio”.

Como si nada hubiese ocurrido, en la Conserjería prosiguieron su vida de oración prescrita por la regla. No se dejaban perturbar por los acontecimientos. Testigos dignos de crédito declararon que se las podía oír todos los días, a las dos de la mañana, recitar sus oficios.

Su última fiesta fue la del 16 de julio, Nuestra Señora del Carmen. La celebraron con el mayor entusiasmo, sin que por un instante su comportamiento denotase la menor preocupación. Por la tarde recibieron un aviso para que compareciesen al día siguiente ante el Tribunal Revolucionario. La noticia no les impidió cantar, sobre la música de La Marsellesa, unos versos improvisados en los que expresaban al mismo tiempo fe en su victoria, temor y confianza, y que se conservan en el convento de Compiègne.

Ante el Tribunal escucharon cómo el acusador público, Fouquier-Tinville, las atacaba durísimamente: “Aunque separadas en diferentes casas, formaban conciliábulos contrarrevolucionarios en los que intervenían ellas y otras personas. Vivían bajo la obediencia de una superiora y, en cuanto a sus principios y sus votos, sus cartas y sus escritos son suficiente testimonio”.

Fueron sometidas a un interrogatorio muy breve y, sin que se llamara a declarar a un solo testigo, el Tribunal condenó a muerte a las dieciséis carmelitas, culpables de organizar reuniones y conciliábulos contrarrevolucionarios, de sostener correspondencia con fanáticos y de guardar escritos que atentaban contra la libertad. Una de las monjas, sor Enriqueta de la Providencia, preguntó al presidente qué entendía por la palabra “fanático” que figuraba en el texto del juicio, y la respuesta fue:

“Entiendo por esa palabra su apego a esas creencias pueriles, sus tontas prácticas de religión”.

Era su amor a Dios , su fidelidad a los votos y a la religión lo que las hacía merecedoras de la pena capital.

Una hora después subían en las carretas que las conducirían a la plaza del Trono derrocado, hoy plaza de la Nación. En el trayecto la gente las miraba pasar demostrando diversidad de sentimientos, unos las injuriaban, otros las admiraban. Ellas iban tranquilas; todo lo que se movía a su alrededor les era indiferente. Cantaron el Miserere y luego el Salve, Regina. Al pie ya de la guillotina entonaron el Te Deum, canto de acción de gracias, y, terminado éste, el Veni Creator. Por último, hicieron renovación de sus promesas del bautismo y de sus votos de religión.

Una joven novicia, sor Constanza, se arrodilló delante de la priora, con la naturalidad con que lo hubiera hecho en el convento y le pidió su bendición y que le concediera permiso para morir. Luego, cantando el salmo Laudate Dominum omnes gentes, subió decidida los escalones de la guillotina. Una tras otra, todas las carmelitas repitieron la escena. Una a una recibieron la bendición de la madre Teresa de San Agustín antes de ser guillotinadas. Al final, después de haber visto caer a todas sus hijas, la madre priora entregó, con igual generosidad que ellas, su vida al Señor, poniendo su cabeza en las manos del verdugo. Así realizó lo que ella solía decir: “El amor saldrá siempre victorioso. Cuando se ama todo se puede”.

Era el día 17 de julio de 1.794 por la tarde.

Prevaleció un silencio absoluto durante todo el tiempo en que los ejecutores seguían el procedimiento. Las cabezas y los cuerpos de las mártires fueron enterrados en un pozo de arena profundo de casi nueve metros cuadrados en el cementerio parisino de Picpus. Como este pozo de arena fue el receptáculo de los cuerpos de 1298 víctimas de la Revolución, parece no haber muchas esperanzas de recuperar sus reliquias. Una placa de mármol con el nombre de las mártires y la fecha de su muerte figura sobre la fosa y en ella hay grabada una frase latina que dice: Beati qui in Domino moriuntur. Felices los que mueren en el Señor.

Sus nombres eran los siguientes:

•Madeleine-Claudine Ledoine (Madre Teresa de San Agustín), priora, n. en París, el 22 Sept., 1752, profesó el 16 o 17 de Mayo, 1775; •Marie-Anne (o Antoinette) Brideau (Madre San Luis), sub-priora, n. en Belfort, el 7 Dic., 1752, profesó el 3 Sept, 1771; •Marie-Anne Piedcourt (Hermana de Jesús Crucificado), miembro del coro, n. 1715, profesó en1737; al subir al patíbulo dijo: “Los perdono tan de corazón como deseo que Dios me perdone a mí”; •Anne-Marie-Madeleine Thouret (Hermana Charlotte de la Resurrección), sacristán, n. en Mouy, 16 Sept., 1715, profesó 19 Ago., 1740, dos veces sub- priora en 1764 y 1778. Su retrato está reproducido en la página opuesta a la p. 2 en el trabajo de la Sta. Willson citado debajo; •Marie-Antoniette o Anne Hanisset (Hermana Teresa del Santo Corazón de María), n. en Rheims en 1740 o 1742, profesó en 1764; •Marie-Françoise Gabrielle de Croissy (Madre Henriette de Jesús), n. en París, el 18 Junio, 1745, profesó el 22 Feb., 1764, priora desde 1779 a 1785; •Marie-Gabrielle Trézel (Hermana Teresa de San Ignacio), miembro del coro, n. en Compiègne, el 4 de Abril de 1743, profesó el 12 Dic., 1771; •Rose-Chrétien de la Neuville, viuda, miembro del coro (Hermana Julia Luisa de Jesús), n. en Loreau (o Evreux), en 1741, profesó probablemente en 1777; •Anne Petras (Hermana María Henrieta de la Providencia), miembro del coro, n. en Cajarc (Lot), 17 Junio, 1760, profesó el 22 Oct., 1786. •Con respecto a la Hermana Eufrasia de la Inmaculada Concepción, los reportes varían. La Srta. Willson dice que su nombre era Marie Claude Cyprienne Brard, y que nació el 12 de Mayo, 1736; Pierre, que su nombre era Catherine Charlotte Brard, y que nació el 7 de Sept., 1736. Nació en Bourth, y profesó en 1757; •Marie-Geneviève Meunier (Hermana Constanza), novicia, n. 28 Mayo, 1765, o 1766, en St. Denis, recibió el hábito el 16 Dic., 1788. Subió al patíbulo cantando “Laudate Dominum”. Además de las personas mencionadas arriba, tres hermanas laicas y dos torneras sufrieron el martirio. Las hermanas laicas son: •Angélique Roussel (Hermana María del Espíritu Santo), hermana laica, n. en Fresnes, el 4 de Agosto, 1742, profesó el 14 de Mayo, 1769; •Marie Dufour (Hermana Santa Marta), hermana laica, n. en Beaune, 1 o 2 Oct., 1742, entró a la comunidad en 1772; •Julie o Juliette Vérolot (Hermana San Francisco Javier), hermana laica, n. en Laignes o Lignières, 11 Enero, 1764, profesó el 12 Enero, 1789.

Las dos tourières, que no eran Carmelitas, sino simplemente sirvientas de la comunidad, eran: Catherine y Teresa Soiron, n. respectivamente el 2 Feb., 1742 y el 23 Ene., 1748 en Compiègne, ambas estaban al servicio de la comunidad desde 1772.

La Iglesia declaró que el sacrificio de aquellas nobles mujeres no había sido en vano, puesto que “apenas habían transcurrido diez días de su suplicio cuando cesaba la tormenta que durante dos años había cubierto el suelo de Francia de sangre de sus hijos” (decreto de declaración de martirio, 24 de junio de 1905).

El cardenal Richard, arzobispo de París, inició el proceso de su beatificación el 23 de febrero de 1896. El 16 de diciembre de 1902 el papa León XIII declaraba venerables a las dieciséis carmelitas. Se sucedieron los milagros, como una garantía de su santidad, y el 27 de mayo de 1905 San Pío X declaraba beatas a aquellas “que, después de su expulsión, continuaron viviendo como religiosas y honrando devotamente al Sagrado Corazón”.

Los milagros probados durante el proceso de beatificación fueron:

•La curación de la Hermana Clara de San José, una hermana laica Carmelita de Nueva Orléans, cuando se encontraba a punto de morir de cáncer en Junio, 1897; •La curación del Abbé Roussarie, del seminario de Brive, cuando se encontraba a punto de morir, el 1897; •La curación de la hermana Santa Marta de San José, una hermana laica Carmelita de Vans, de tuberculosis y de un absceso en la pierna derecha, 1 Dic., 1897; •La curación de la hermana San Miguel, una franciscana de Montmorillon, el 9 Abril, 1898. Las benedictinas de Stanbrook, en Inglaterra, conservan muchas de las ropas que estaban lavando en la cárcel las mártires cuando fueron conducidas a la guillotina. Estas reliquias provienen de las benedictinas de Cambrai, que se hicieron cargo de ellas a los pocos días del martirio.


Título original
Chiara e Francesco (TV)

Año
2007

Duración
200 min.

País
Italia

Director
Fabrizio Costa

Guión
Francesco Arlanch

Música
Marco Frisina

Fotografía
Giovanni Galasso

Reparto
Ettore Bassi, Maria P. Petruolo, Lando Buzzanca, Ángela Molina, Gabriele Cirilli, Antonella Fattori, Ivano Marescotti

Productora
Lux Vide / Rai Fiction

Género
Drama | Histórico. Siglo XIII. Telefilm

Sinopsis
Italia, siglo XIII. La historia de amistad de dos jóvenes que dedicaron sus vidas a Dios y a los demás: San Francisco y Santa Clara de Asís. Hijos de la burguesía y la nobleza, respectivamente, renunciaron a sus vidas acomodadas por una vida de sacrificio, humildad y proselitismo...

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